lunes, 4 de abril de 2011

Destilando odio merecido


Sí, estoy loca. ¿Pero acaso eso no es de agradecer en este mundo demente?
Porque, si estar cuerda significa ser como la mayoría, me niego. Lo siento, pero simplemente no quiero. Me entran ganas de llorar solo de pensarlo. ¡Maldita sea! Maldita sea la humanidad. ¡Qué demonios! Nos autonombramos humanidad, pero ¿con qué derecho? Llamamos humano, humanidad, etcétera a cualquier cosa que nos parezca ética o moral; y llamamos animal a todo aquello que nos parece, valga la redundancia, inhumano. Deberíamos parar a pensar que somos nosotros los que nos comportamos como lo que llamamos animales. Odiamos, envidiamos, matamos, somos crueles innecesariamente y, por último pero no por ello menos importante, manipulamos. Causamos un mal al mundo, que difícilmente será reparado. Y, aún así, tenemos la desfachatez de decir que nosotros somos los cívicos, y que las bestias son los animales. Uso bestia, no de manera fortuita, sino porque es un sinónimo de animal. Resulta cómico. Y puede que irónico.
Pero, sintiéndolo mucho -no, en realidad no lo siento, solo me parecía oportuno decir que lo sentía- paso oficialmente a autoimponerme el apelativo de animal, bestia y demás sinónimos. Si, he perdido la cabeza, pero al menos mi locura no hace daño a nadie. No puedo decir lo mismo de esos individuos que se hacen llamar personas.

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