sábado, 2 de abril de 2011

Honestly....


A veces es tan fácil dejarse llevar por las primeras impresiones, que nos olvidamos de que una persona nunca muestra como es en realidad a la primera de cambio. Así que, ¿de que sirve juzgar a una persona nada más verla, e incluso sin conocerla, si para ello nos vamos a basar en algo que probablemente no es real? Porque, honestamente, ¿alguien de verdad tiene tanta confianza en si mismo como para mostrar todos sus secretos, toda su forma de ser, y todo lo que os de la gana, a alguien a quién acaba de ver por primera vez en su vida? Todos nos guardamos algo, todos nos guardamos las cosas de nosotros mismos que creemos que a los demás no les iban a gustar. Digo creemos, porque está claro que en muchas ocasiones guardamos tras esa puerta oscura que hay en un rinconcito de nuestra mente lo mejor que tenemos, lo que nos hace diferentes, sin darnos ni siquiera cuenta de ello. Y eso es culpa de esa estúpida manía social de comportarnos como clones.
Y para los pesimistas, sabéis que sigo teniendo razón. Porque a veces también pasa a la inversa. Es decir: juzgamos a una persona -sin conocerla, por supuesto- y llegamos a la conclusión de que es maravillosa. Y luego, en cuanto le damos la oportunidad, descubrimos que en el cuarto oscuro de su mente tiene guardado ese matiz de su personalidad que nos hará sufrir.

¡Pero por todos los espíritus! ¿Es que nadie es consciente de que la primera impresión se forma en apenas dos segundos (es un dato científico) y de que es matemáticamente imposible que sea tiempo suficiente para hacernos una idea real de una persona?

Francamente, la humanidad es jodidamente estúpida.

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