jueves, 4 de noviembre de 2010

La realidad también tiene normas...

Primera norma: La gente es estúpida. Creen las mentiras porque quieren que sean ciertas o temen que sean verdad.
Con la debida motivación casi todo el mundo está dispuesto a creer casi cualquier cosa. Como la gente es estúpida, se cree las mentiras porque quiere creer que son verdades o porque teme que puedan ser verdad. Las personas tienen la cabeza llena de conocimientos, datos y creencias, y la mayor parte de todo eso es falso, aunque ellas crean lo contrario. La gente es estúpida; solo raramente es capaz de distinguir la verdad de la mentira, pero está convencida de que puede hacerlo. Por esa razón es mucho más sencillo engañarla.


Segunda norma: De las mejores intenciones puede salir un gran mal.
La violación de esta norma puede causar desde una simple inconveniencia hasta un desastre o la muerte.
Algunas acciones tienen resultados inesperados. Basta con el peso de un copo de nieve de más para provocar un alud. Hay que saber con criterio cual es ese copo de más.


Tercera norma: Las pasiones dominan la razón, e impiden tomar la decisión más correcta.
Las diferentes facciones insisten en que la solución que se propone se basa en la razón, pero todos actuan llevados por las pasiones


Cuarta norma: Existe magia en el perdón. En el perdón que uno concede y, sobre todo, en el que uno recibe.


Quinta norma: Juzga a las personas por sus actos y no por sus palabras, pues los actos delatan las mentiras.


Sexta norma: El único soberano al que puedes permitir gobernar es la razón.
La Sexta Norma es el centro sobre el que giran todas las normas. No es sólo la norma más importante, sino la más sencilla. No obstante, es la que se desoye y viola más a menudo, y con mucho la más despreciada. Se debe ejercer a pesar de las protestas sonoras e incesantes de los malvados.
Sufrimiento, iniquidad y la destrucción total acechan en las sombras que existen fuera de su claridad, donde las medias verdades atrapan a los discípulos fieles, a los creyenes profundamente susceptibles, a los seguidores desinteresados.
La fe y los sentimientos son la cálidad esencia del mal. A diferencia de la razón, la fe y los sentimientos no proporcionan fronteras para poner límite a cualquier falsa ilusión, a cualquier capricho. Son un veneno virulento, que da la sensación aturdidora de sanción moral a toda depravación que se haya urdido jamás.
La fe y los sentimientos son la oscuridad que se opone a la luz de la razón.
La razón es la sustancia misma de la verdad. La gloria que es la vida se abraza por completo a través de la razón, a través de esta norma. Al rechazarla, al rechazar la razón, uno abraza la muerte.

Séptima norma: La vida es el futuro, no el pasado.

La vida es el futuro, no el pasado. El pasado puede enseñarnos, a través de la experiencia, a conseguir cosas en el futuro, reconfortarnos con preciados recuerdos y proporcionar los cimientos de lo que ya se ha logrado. Pero únicamente el futuro contiene vida. Vivir en el pasado es abrazar lo que está muerto. Para vivir la vida al máximo, cada día debe crearse de nuevo. Como seres pensantes racionales, debemos utilizar nuestro intelecto, no una devoción ciega a lo que ha sido antes, para efectuar elecciones racionales.


Octava norma: Una contradicción no puede existir en realidad. No en parte, ni en todo. Creer en una contradicción es abdicar tu creencia en la existencia del mundo que te rodea y la naturaleza de las cosas que existen en el, a en cambio, abrazan cualquier impulso arbitrario que golpea tu imaginación. Imaginarse que algo es verdadero simplemente porque tu deseas que lo sea. Una cosa es lo que es, lo es en si misma. No puede haber ninguna contradicción.
La fe es un dispositivo de autoengaño, un juego de manos hecho con palabras y emociones fundadas sobre cualquier noción irracional que puede ser inventada. La fe es la tentativa de coaccionar la verdad para rendirse al capricho.
En términos simples, intentar dar vida a una mentira tratando de eclipsar la realidad con la belleza de los deseos. La fe es el refugio de tontos, los ignorantes, y los engañados, no del pensamiento y de los hombres racionales.
En realidad, las contradicciones no pueden existir. Para creer en ellas debes abandonar la cosa más importante que posees: tu mente racional. La apuesta para tal negocio es tu vida. A cambio, siempre pierdes lo que tienes en juego.


Novena norma: Desviarse de la verdad deliberadamente es traicionarse a uno mismo.

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